Cardenal O’Brien con el Papa Benedicto XVI
La tierra de san Ninián espera a Benedicto XVI
A pocos días de la histórica visita del Sucesor de Pedro a Inglaterra y Escocia, ofrecemos nuestra traducción de un artículo, publicado en L’Osservatore Romano, del Cardenal Keith O'Brien, arzobispo de San Andrés y Edimburgo y presidente de la Conferencia Episcopal de Escocia.
Benedicto XVI llegará a Edimburgo el 16 de septiembre para una visita de cuatro días en el Reino Unido. La capital de Escocia es también la sede del arzobispo de San Andrés y Edimburgo, que recibirá al Papa. Inmediatamente después de la llegada, el Pontífice será llevado al palacio real de Holyrood House, donde tendrá un histórico encuentro con Su Majestad la Reina Isabel, algunos miembros del Gobierno, parlamentarios y otras autoridades provenientes de Escocia, Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte.
Los católicos de Escocia están orgullosos de poder dar la bienvenida al Pontífice al comienzo de su visita, en el día de la fiesta de San Ninián de Galloway, apóstol de Escocia. La tradición narra cómo Ninián viajó desde Roma, donde había sido ordenado obispo, y llegó a Escocia más de mil quinientos años atrás, en el 397. Él fundó una pequeña comunidad cristiana en el extremo sur de Escocia, que denominó White House y hoy es conocida con el nombre de Withorn, según la corrupción dialectal. Hoy reivindica ser la primera ciudad escocesa y una de las primeras colonias del país.
Si bien la falta de tiempo, en un programa de visita muy apretado, no permitirá a Benedicto XVI visitar Whirthorn, san Ninián estará igualmente presente durante la jornada. Mientras el Papa se encuentre en el Holyrood Palace, se realizará un desfile en el centro de Edimburgo para recordar la fiesta del santo, con la participación de los niños provenientes de las escuelas de toda Escocia. Habrá un espectáculo teatral histórico al aire libre, que hará revivir importantes momentos del desarrollo del territorio hoy conocido con el nombre de Escocia; el patrimonio cultural escocés será celebrado con la tradicional música de las cornamusas.
Después de despedirse de la Reina Isabel, Benedicto XVI atravesará con el papamóvil el centro de Edimburgo, donde será celebrado por niños y por otras personas reunidas para asistir a un evento histórico. Después de la pausa de la tarde, Benedicto XVI se dirigirá a Glasgow. También aquí pasará de nuevo entre la multitud a bordo del papamóvil, dirigiéndose al Bellahouston Park, donde celebrará la Misa frente a más de cien mil personas, a las cuales se unirán otras millones en todo el mundo, que asistirán al evento a través de la televisión o por medio de Internet.
Los coros reunidos de varios centenares de cantantes, junto a los músicos de acompañamiento, contribuirán con la celebración de la Misa para la fiesta de san Ninián. Esperamos con ansia las palabras que el Papa nos dirigirá en su homilía.
En vista de su reciente decisión de instituir un Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, las palabras que él dirigirá al pueblo escocés asumirán un valor particular. Vivimos en una tierra donde más de mil quinientos atrás fueron sembradas las primeras semillas del Evangelio. Hicieron de ella una tierra de santos y de estudiosos, conocida por haber dado a luz a misioneros como Columba, a santos hombres y mujeres como Margarita, reina de Escocia, a estudiosos como Juan Duns Scoto, y por ser la sede de renombradas comunidades monásticas, como las Border Abbeys, y de famosos centros de instrucción desarrollados gracias a la fundación por parte de la Iglesia de grandes universidades en la época medieval.
Una gran ruptura con el pasado se verificó en el siglo XVI a causa de la reforma protestante, cuando casi toda la población de Escocia continental y de muchas de las islas abandonó gradualmente la fe católica de los propios antepasados para abrazar el presbiterianismo. La celebración de la Misa fue prohibida y los sacerdotes fueron perseguidos y expulsados. Un caso famoso fue el del sacerdote jesuita John Ogilvie, arrestado mientras celebraba para la minúscula comunidad católica de Glasgow. Fue encarcelado y ejecutado en 1615. Y en 1976 fue canonizado por Pablo VI.
Desde la muerte de John Ogilvie hasta la llegada de los inmigrantes católicos de Irlanda al comienzo del siglo XIX, prácticamente no quedaron católicos en las ciudades y en los pueblos principales de Escocia. Gradualmente, sin embargo, comenzó a establecerse una población católica. La mayor parte de estas personas era pobre e inculta. La necesidad de instrucción de los hijos de los inmigrantes católicos era muy sentida y a medida que la población católica crecía, aumentaba también el número de sacerdotes, religiosos y religiosas que llegaban para ocuparse de ellos. La educación católica era brindada junto a la impartida en las escuelas e inspirada en una ética presbiteriana. A pesar de la calidad de la instrucción recibida, para los jóvenes católicos era prácticamente imposible tener acceso a la educación universitaria y a las profesiones. Animada y sostenida por la perseverancia de sacerdotes, hermanos y, en medida muy significativa, congregaciones religiosas femeninas, la pequeña pero creciente comunidad continuó creyendo en el valor de la educación. De este modo, con clarividencia y muchos sacrificios, se realizó todo esfuerzo para hacer que los niños pudieran frecuentar la escuela católica. Un pequeño número de miembros ilustrados de la sociedad más amplia apoyó tales esfuerzos desde el comienzo, al punto que el sistema escolar católico pudo crecer y desarrollarse en forma paralela al brindado por el Gobierno, hasta que en 1918 el Estado accedió a asumir la responsabilidad financiera y administrativa de las escuelas católicas, permitiendo al mismo tiempo a la Iglesia mantener la responsabilidad directiva, asegurando de este modo, dentro del sector estatal, la gestión católica y la identidad de las escuelas católicas, que continúa hasta hoy.
La población católica de Escocia continuó creciendo durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. A los que habían llegado desde Irlanda, se sumaron otros provenientes de Italia y de Europa central y oriental. En el siglo XX los católicos dieron una contribución cada vez más grande a toda la sociedad escocesa, en los lugares de trabajo y en las profesiones. Continuaron los fuertes vínculos con las otras comunidades católicas, especialmente con Irlanda, donde todavía hoy tienen sus raíces muchos de los sacerdotes que sirven a la Iglesia en Escocia. Vínculos con los católicos escoceses pueden encontrarse en Canadá donde, en la diócesis de Antigonish (cuyo patrono es san Ninián), los descendientes católicos de los inmigrantes escoceses todavía hablan gaélico.
Otros vínculos pueden llevarnos a Australia y es con gran alegría y orgullo que los católicos escoceses, especialmente los de la diócesis de Argyll and The Isles, esperan con ansia la canonización, en octubre de este año, de la beata Mary MacKillop, cuyos padres emigraron desde Escocia a Australia en el siglo XIX.
En 1982 Juan Pablo II visitó Escocia y dejó un recuerdo duradero no sólo entre los católicos sino también en la más vasta comunidad cristiana y en la entera sociedad. Animó a la Iglesia católica de Escocia a tener un rol decisivo en la vida del país y especialmente a ir adelante en el diálogo ecuménico con los hermanos y hermanas cristianos.
En este 2010 esperamos con ansia la visita de Benedicto XVI mientras miramos hacia el futuro con confianza. En años recientes, la comunidad católica se ha hecho más rica, gracias a una nueva ola de inmigración desde Europa central y oriental, especialmente de Polonia y de la India meridional. La necesidad de un diálogo entre las religiones se ha vuelto mucho más apremiante de lo que era treinta años atrás. Confiamos en que la voz del Papa será escuchada por nuestros hermanos y hermanas en Cristo, por la gente de otras religiones y por todas las personas de buena voluntad.
Por nuestra parte, como católicos podemos estar seguros de que él nos confirmará en la fe y nos dará el ánimo y el apoyo que necesitamos para afrontar los desafíos del presente y seguir dando testimonio de Cristo, que es camino, verdad y vida.
Fuente: L’Osservatore Romano
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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