Y Benedicto superó el récord de Wojtyla
Presentamos nuestra traducción de un artículo del vaticanista Luigi Accattoli, en que realiza un interesante análisis de la dimensión itinerante del ministerio petrino en el pontificado de Benedicto XVI:
El domingo pasado Benedicto estuvo en San Marino y Montefeltro; el 4 y 5 de junio había estado un fin de semana en Croacia; el 7 y 8 de mayo había viajado a Aquileya y Venecia: tres viajes en dos meses.
Y se han anunciado otros seis para este año: irá a Madrid para la Jornada mundial de la Juventud (18-21 de agosto), a Ancona (11 de septiembre) para el Congreso Eucarístico Nacional, a Alemania (22-25 de septiembre), a Lamezia Terme y Serra San Bruno (9 de octubre), a Asís (27 de octubre), a Benín (18-20 de noviembre).
Nueve viajes en un año y sabemos que irá a Milán – para el Encuentro mundial de las familias – el 3 de junio de 2012. ¿Pero cuánto viaja este Papa que muchos imaginaban de tendencia sedentaria en el momento de la elección?.
La sorpresa de quien cuenta los viajes es viva: está viajando en sus primeros seis años más que Wojtyla en los últimos seis, cuando tenía la misma edad. No sólo esto sino que, por número de viajes internacionales, sus primeros años se pueden comparar muy bien con los primeros de su predecesor, que tenía veinte años menos.
Sumando los viajes italianos (23) y los internacionales (20) realizados por Benedicto XVI desde que es Papa (seis años y dos meses), tenemos un total de 43 viajes.
Calculando un tiempo equivalente en el Pontificado de Juan Pablo II, a partir de su 78º cumpleaños (que corresponde a la edad en que fue elegido Benedicto), encontramos 9 viajes italianos y 22 internacionales con un total de 31. Por lo tanto, Benedicto supera a Juan Pablo con 43 sobre 31. La comparación es desequilibrada, teniendo en cuenta la condición de salud debilitada en que se encontraba – en aquella misma edad – el Papa polaco.
Tratemos, por lo tanto, de hacer un nuevo intento comparando a los dos Papas viajeros en el período inicial de los Pontificados. Manteniendo firme el período de los seis años y dos meses vividos hasta ahora por Benedicto y proyectándolos sobre el Pontificado naciente del Papa Wojtyla, obtenemos un total de 23 viajes internacionales frente a los 22 de Ratzinger. Debería ser precisado que en aquellos seis años iniciales, el Papa Wojtyla realizó también 35 salidas en Italia (el Papa Ratzinger 23) y que fue obstaculizado por el atentado de mayo de 1981 (lo frenó por seis meses) y que sus viajes internacionales, en aquellos primeros tiempos, eran de más larga duración respecto a los que está haciendo Benedicto.
El Papa viajero sigue siendo siempre él, al menos hasta que llegue otro “sucesor” elegido en edad joven y también proyectado hacia “los confines de la tierra”: él fue elegido a los 58 años y llevaba dos décadas de Pontificado cuando llegó a los 78, que es la edad de elección del Papa Ratzinger. Pero está el hecho de que Benedicto XVI viaja y cómo lo hace. No teniendo el hombre Ratzinger el mismo temperamento viajero que tenía Wojtyla, la conclusión no puede ser más que una: el viajar se ha convertido en un componente obligado del ministerio papal, tal vez también como remedio de la crisis de las Iglesias cristianas que existe, un poco por todas partes, en el mundo. Es verosímil que cualquier Papa en el futuro próximo será inducido a viajar por el ejemplo de los predecesores y por las necesidades de la Iglesia, cualquiera sea su formación o la edad de elección.
Pablo VI – inventor de los viajes papales en la época contemporánea – viajaba ocasionalmente, para realizar misiones simbólicas hacia grandes metas, en respuesta a las nuevas dimensiones de la catolicidad (fue el primer Papa de la historia en pisar todos los continentes) y en aplicación de las indicaciones conciliares (fue a Jerusalén, a Constantinopla, a Ginebra y a la ONU). Juan Pablo II, en cambio, viajaba con la intención de visitar – incluso varias veces – cada Iglesia local, para una sistemática movilización de la comunidad católica mundial.
El modo de viajar del Papa Ratzinger es más similar al del Papa Wojtyla que al del Papa Montini. Tal vez sus viajes más similares a los de Juan Pablo son los tres de las Jornadas Mundiales de la Juventud pero que luego se han desarrollado también como “visitas pastorales” a los países de acogida: Colonia 2005, Sydney 2008, Madrid 2011 (en el próximo mes de agosto). Es probable pensar que él no habría inventado las Jornadas Mundiales de la Juventud si no las hubiese recibido en herencia del predecesor, pero habiéndolas tenido como legado privilegiado, quiso llevarlas adelante encontrando allí también un motivo para viajar.
Otra similitud puede hacerse respecto a los retornos a la patria: Juan Pablo, en los primeros años siete años de pontificado, volvió a Polonia dos veces (1979, 1983); los retornos a la patria de Benedicto serán tres el próximo septiembre. El Papa polaco fue de ayuda para el despertar de Polonia y Benedicto confía que lo mismo pueda ocurrir – sobre otro frente – para su patria, con el don providencial de un Papa alemán.
También España nos puede decir algo: Benedicto fue en el 2006 para el Encuentro con las Familias, en noviembre pasado para la inauguración de la Sagrada Familia, y allí vuelve el próximo mes de agosto para la JMJ. Pablo VI, con sus viajes internacionales, pisó todos los continentes y las metas simbólicas arriba recordadas, pero no volvió nunca al mismo país: en cambio, Benedicto lo hace tras el ejemplo de Juan Pablo. Dos veces el Papa Ratzinger viajó a América: a Brasil, en mayo de 2007, y a Estados Unidos, en abril de 2008. Una vez fue a Australia. Y estuvo en África en el 2009 y volverá en el próximo mes de noviembre. Como el audaz Wojtyla, no evitó las metas geopolíticas más difíciles: Turquía, Tierra Santa, Chipre. Tampoco las patrias del secularismo lo han atemorizado: hemos nombrado Alemania y España, pero debe recordarse que ha estado en Austria, en Francia, en la República Checa, en Gran Bretaña. Él – a su modo – continúa la obra de Juan Pablo que puso el prestigio de la figura papal al servicio de la revitalización de las comunidades católicas, atrapadas en una espiral recesiva de inédito alcance histórico.
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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