lunes, 21 de febrero de 2011

Los obispos no tienen autoridad si no es en comunión con el Papa - Luis Fernando Pérez Bustamante

Los obispos no tienen autoridad si no es en comunión con el Papa
Luis Fernando Pérez Bustamante


Me imagino la cara que se le debió quedar a todos los presentes en el acto de presentación de un libro sobre la Humanae Vitae, cuando Mons. Enrico dal Cavolo, Rector magnífico de la Lateranese, dijo las siguientes palabras:

«Un presidente de una conferencia episcopal de una importante nación de América Latina había manifestado en un telegrama a Pablo VI, en nombre del episcopado de aquella nación, ‘una vibrante y clara perplejidad sobre el texto publicado’. El Papa hizo llamar al cardenal a Roma, y una vez aquí le pidió que se pusiera de rodillas y pidiera perdón».

No me negarán ustedes que la imagen debió ser impactante. Todo un príncipe de la Iglesia arrodillándose y pidiendo perdón delante del Vicario de Cristo. Y con él, el episcopado del país en nombre del cual dicho cardenal había enviado el telegrama. Supongo que el purpurado, con casi total seguridad el Card. Raúl Silva Henríquez, arzobispo de Santiago de Chile por entonces, debió regresar a su país con el rostro todavía lívido. Y que les transmitiría un mensaje claro a sus compañeros de episcopado: Si me ha hecho eso a mí, imaginad lo que os puede hacer al resto.

La verdad es que este suceso, que difícilmente puede haberse inventado Mons. Dal Cavolo, nos ofrece una imagen de Pablo VI un tanto distinta a la que muchos tienen. La firmeza del Papa Montini ante uno de sus cardenales resulta sorprendente.

En otras ocasiones he dicho que la Humanae Vitae justifica por sí sola todo un papado. Y si encima dicho papado tuvo lugar en medio de una de las crisis más espantosas que ha sufrido la Iglesia en sus veinte siglos de historia, sólo cabe pensar que estamos ante un texto fruto de la intervención directa del Espíritu Santo en el gobierno de la Iglesia.

Por otra parte, resulta lógico que el Papa llamara al orden al cardenal. El Concilio Vaticano II acababa de recordar que:

«El Colegio o Cuerpo de los Obispos, por su parte, no tiene autoridad, a no ser que se considere en comunión con el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, como cabeza del mismo, quedando totalmente a salvo el poder primacial de éste sobre todos, tanto pastores como fieles» Lumen Gentium, 22.

Y

«Este obsequio religioso de la voluntad y del entendimiento de modo particular ha de ser prestado al magisterio auténtico del Romano Pontífice aun cuando no hable ex cathedra; de tal manera que se reconozca con reverencia su magisterio supremo y con sinceridad se preste adhesión al parecer expresado por él, según su manifiesta mente y voluntad, que se colige principalmente ya sea por la índole de los documentos, ya sea por la frecuente proposición de la misma doctrina, ya sea por la forma de decirlo» Lumen Gentium, 25.

Quedó claro, pues, que la primacía petrina del Obispo de Roma es una primacía auténtica, efectiva, real, plena, canónica, eclesial y no meramente una cuestión honorífica. Si un cardenal y todo un episcopado nacional se oponen a una encíclica papal, los que sobran son el cardenal y los obispos, no el Papa.

Y quedó igualmente claro que si en medio de uno de los momentos donde la autoridad pontificia estaba sufriendo mayor contradicción y oposición, el Papa pudo hacer que uno de sus cardenales se humillara ante él como Vicario de Cristo, no hay razón alguna para que otros papas no hagan lo mismo con aquellos cardenales y obispos que actúan como si no estuvieran en comunión con la Sede Apostólica.

De hecho, de poco valen los gestos de cariño y afecto episcopales hacia el Santo Padre si luego no se hace caso a lo que él quiere y pide. Si alguien cree que no existen ejemplos entre el episcopado mundial de lo que estoy diciendo, que recuerde lo ocurrido en Austria hace un par de años o lo que pasa en Canadá.

Es más, sería deseable que aquí en España, país donde parece que no hay problema alguno con la adhesión al Santo Padre entre el episcopado, se hiciera caso de una repajolera vez a la disposición de la Congregación para el Culto Divino y la disciplina de los Sacramentos para que se introduzca en la liturgia el pro multis. No creo que sea una muestra de comunión con Roma el tardar cinco años en obedecer a lo que el Papa manda a través de uno de los dicasterios. No es que sea comparable este retraso con la oposición de un cardenal a una encíclica. Pero quien es fiel en lo poco, lo es en lo mucho. Idem cuando se es infiel.







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