“Callar nos puede convertir en cómplices por omisión"
Zaragoza (España), 15 Jul. 10 (AICA).- Los obispos y administradores apostólicos de las diócesis de Aragón publicaron una carta conjunta con motivo de la entrada en vigor de la Ley del aborto en España. Los prelados aseguran que "callar y no hacer nada ante este nuevo y gravísimo atentado contra la vida de los más inocentes nos puede convertir en cómplices por omisión. Por eso, no podemos callar y debemos pararnos a pensar qué respuesta activa en favor de la vida debemos dar cada uno: individuos, familias, comunidades, instituciones…, todos". Los obispos recuerdan que con la ley anterior ya existía de facto el aborto libre en España.
Los obispos de Aragón, encabezados por el arzobispo de Zaragoza, monseñor Manuel Ureña, quieren dejar “bien claro que el mayor rechazo y la más grande repulsa que merece la nueva ley del aborto, en vigor desde el pasado 5 de julio, no significa que fuera aceptable la ley anterior”.
“En la práctica -constatan los obispos-, ya existía el aborto libre en España bajo la presunta justificación de embarazo con riesgo para la salud psíquica de la madre. Lo prueban las cifras crecientes de aborto, por encima ya de 150.000 al año los oficialmente registrados. Y no contamos los no registrados, como tampoco los producidos por la así llamada ‘píldora del día después’, por las técnicas de reproducción asistida y por otros procedimientos. La situación era ya devastadora y ahora lo va a ser más todavía".
La nueva ley empeora las cosas
Los prelados aragoneses creen que la nueva ley “añade nuevas razones de inmoralidad e injusticia a la anterior”, entre las que destacan el hecho de que se considere “el aborto como un derecho de la mujer hasta la semana 14 de gestación, negando en ese tiempo el derecho fundamental a la vida del hijo concebido”, así como que se atente “contra la responsabilidad y misión de la familia al permitir el aborto a las jóvenes desde los 16 años sin el conocimiento de sus padres si así lo quieren ellas”.
Los obispos denuncian que se imponga “la instrucción práctica para realizar abortos en la formación de los médicos, cuando el aborto no es un verdadero acto médico, porque no corresponde al fin de la Medicina, y la Universidad debe formar médicos, sólo médicos”. Además advierten contra la posibilidad de que se restrinja “el derecho a la libertad de conciencia y a la consiguiente objeción de los profesionales sanitarios”.
Los pastores de la Iglesia en Aragón recuerdan que la ley “impone un programa educativo escolar en la infancia y en la juventud que es abortista y con una idea falsa de la sexualidad humana. Con lo cual, la nueva ley se arroga despóticamente competencias que no le corresponden en la educación moral de los escolares y atenta contra el principio de subsidiaridad respecto de los padres de familia”.
Los prelados de las diócesis aragonesas aseguran que “el aborto ni es ejercicio del derecho a la maternidad, ni es un derecho de la mujer a su autodeterminación, ni es un modo de promover la salud sexual y reproductiva".
“El aborto -afirman-, es la acción de matar intencionalmente al hijo concebido, ya vivo y no nacido todavía. En modo alguno se puede afirmar que la mujer embarazada y el varón responsable del embarazo sólo ‘serán’ padres en el futuro, tras su aceptación libre y consciente del fruto de su unión. No. El y ella ya son padres en el presente.
Crimen abominable: responsabilidad moral de la mujer, del padre y de quienes deben apoyarla en su embarazo.
En contra de toda legislación abortista, los obispos proclaman que “el bien de la vida humana y el derecho correspondiente a la misma son inviolables e incondicionales" y añaden que “ninguna circunstancia puede justificar ni convertir en moralmente aceptable el hecho de causar la muerte intencionalmente a un ser humano inocente”.
Los prelados aseguran ser conscientes de que aunque son las mujeres quienes acuden a abortar, no siempre lo hacen con plena libertad: “Circunstancias que pueden parecerle sin salida y el hecho de verse abandonada e incluso empujada a abortar por quienes habrían debido apoyarla en su embarazo, pueden disminuir su responsabilidad moral. Lo sabemos y lo tenemos en cuenta. Pero eso no puede convertir en moralmente aceptable el hecho del aborto. Objetivamente el aborto es un crimen abominable, como afirma el Concilio Vaticano II”.
Los obispos explican que “el aborto deja una herida tal en la mujer, que sólo la acción de la gracia divina del perdón podrá sanar definitivamente. Y la responsabilidad de esta herida y la herida misma se extienden también al padre y a quienes deberían haber apoyado la vida del concebido y no lo han hecho”.
Ayudar a quienes están en dificultad
La jerarquía católica aragonesa propone que se establezcan cauces para ayudar a las mujeres que se ven en dificultades tras quedar embarazadas, que se facilite la adopción cuando los padres biológicos no pueden hacerse cargo de sus hijos y que se ofrezca una adecuada educación “afectivo-sexual según la verdad del hombre y de la mujer, y según la verdad de la procreación humana”.
Los obispos creen que es “preciso ofrecer a las mujeres que han abortado o que fueron empujadas a ello la reconciliación con Dios, consigo mismas y con sus hijos por medio del encuentro con Cristo en el sacramento de la confesión. Cristo quiere perdonarlas, hacer que nazcan de nuevo por el don del Espíritu Santo y regalarles vivir en el seno de una comunidad cristiana”.
“Así -aseguran los prelados-, se convertirán en testigos y misioneras del Evangelio de la vida para el desafío del difícil tiempo presente. Esa es una misión que todos tenemos y que todos debemos cumplir con la ayuda de Dios, la cual no nos faltará nunca”.
Los prelados de Aragón aseguran que “una sociedad que promulga leyes que niegan el derecho a la vida de algunos de sus ciudadanos no está construida sobre la verdad y el bien y, por tanto, carece de futuro. Podrá tener aspectos apreciables, pero sus pies son de barro y acabará más pronto o más tarde por derrumbarse”. De hecho, afirman que “al reconocer como derecho que unos ciudadanos puedan matar impunemente a otros y negar el derecho a la vida, ya ha comenzado su destrucción. Hoy lo hacen los legisladores ampliando la práctica del aborto; mañana, podría presumirse hagan aquellos formalmente lo mismo con la legalización de la eutanasia”.
Tras recordar que “el aborto nos importa a todos”, los obispos afirman que los fieles no pueden responder al mismo con pasiva resignación ni con un corazón frío sino siendo conscientes de que “en la sangre de Cristo muerto y resucitado para nuestra salvación tenemos la certeza de que la cultura de la vida vencerá”.
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