Benedicto XVI y la eclesiología de comunión en el Concilio Vaticano II
ROMA, 02 Jun. 10 (ACI).- El diario vaticano L'Osservatore Romano (LOR) publica un artículo sobre la reunión de la revista internacional de teología y cultura "Communio" fundada hace 38 años por Hans Urs von Balthasar, Henri de Lubac y Joseph Ratzinger. En el texto se señalan algunos argumentos que sustentan la mirada del Papa Benedicto XVI sobre el Concilio Vaticano II, su importancia en la historia de la Iglesia en continuidad con la tradición, así como el concepto de la eclesiología de comunión enlazado con la misión.
Ante las distintas interpretaciones del Concilio que opone diversos binomios como: modelo evangelizador o modelo ritualista, paradigma democrático o autocrático, línea progresista o conservadora, entre otros, el artículo señala que "Benedicto XVI ha ilustrado con claridad las dos hermenéuticas (claves de interpretación) –por él definidas como 'de la discontinuidad y ruptura' y de 'la reforma, la renovación y la continuidad'– en el importante discurso a la Curia romana del 22 de diciembre de 2005, donde tomó netamente partido a favor de la segunda".
La primera hermenéutica, señalaba el Papa en aquella ocasión, "corre el riesgo de acabar en una ruptura entre Iglesia preconciliar e Iglesia postconciliar. Afirma que los textos del Concilio como tales no serían aún la verdadera expresión del espíritu del Concilio. Serían el resultado de componendas, en las cuales, para lograr la unanimidad, se tuvo que retroceder aún, reconfirmando muchas cosas antiguas ya inútiles. Pero en estas componendas no se reflejaría el verdadero espíritu del Concilio, sino en los impulsos hacia lo nuevo que subyacen en los textos: sólo esos impulsos representarían el verdadero espíritu del Concilio, y partiendo de ellos y de acuerdo con ellos sería necesario seguir adelante. Precisamente porque los textos sólo reflejarían de modo imperfecto el verdadero espíritu del Concilio y su novedad, sería necesario tener la valentía de ir más allá de los textos, dejando espacio a la novedad en la que se expresaría la intención más profunda, aunque aún indeterminada, del Concilio. En una palabra: sería preciso seguir no los textos del Concilio, sino su espíritu".
La otra hermenéutica de la renovación y la continuidad, que defiende el Santo Padre, no niega que en los grandes temas tratados por el Concilio "podría emerger una cierta forma de discontinuidad y que, en cierto sentido, de hecho se había manifestado una discontinuidad, en la cual, sin embargo, hechas las debidas distinciones entre las situaciones históricas concretas y sus exigencias, resultaba que no se había abandonado la continuidad en los principios; este hecho fácilmente escapa a la primera percepción. Precisamente en este conjunto de continuidad y discontinuidad en diferentes niveles consiste la naturaleza de la verdadera reforma".
Seguidamente el artículo hace un análisis sobre algunos aspectos de la eclesiología de comunión que se deriva del Concilio Vaticano II: "de ella deriva que la dimensión societaria hace parte esencial y no accesoria de la comunión así como el Concilio la ha querido delinear, una comunión fundada no solo en la armonía horizontal entre los componentes de la Iglesia, sino en la acción trinitaria, cristológica y sacramental en la vida de la Iglesia misma".
Tras señalar que "la Iglesia no es solo una sociedad ni simplemente el Cuerpo de Cristo", el artículo precisa que es además "fruto de la obra trinitaria de la creación (…). La Iglesia es, como afirma la Lumen gentium citando a San Cipriano, 'un pueblo aunado a la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo' ".
La comunión eclesial "está en el enraizamiento de los bautizados en la obra trinitaria de unificación de la Iglesia: pueblo de Dios, cuerpo de Cristo y templo del Espíritu Santo. Está antes que todo la adhesión a la única fe en la proclamación de la palabra de Dios que representa la raíz de la comunión eclesial" como afirma la Dei verbum.
El artículo de LOR subraya además que "son los sacramentos, y de modo especial la Eucaristía, los que renuevan, nutren y reconstituyen la comunión en la Iglesia" que no puede ser entendida simplemente como un "estar de acuerdo". Esta última perspectiva, que si bien es útil, prosigue el texto, "ha reducido la riqueza teológica de la eclesiología de la comunión y ha favorecido una praxis cristiana a veces muy 'intimista' corriendo el riesgo de oscurecer la otra gran dimensión de la Iglesia conciliar: la misión".
Sin duda, señala el texto firmado por el profesor de teología Erio Castellucci, el Concilio "Vaticano II impostó una eclesiología misionera, superando decididamente dos grandes reducciones heredadas en el curso de los últimos siglos. Una primera reducción tenía que ver con la absorción de la misión en las 'misiones', por la que sólo quien se iba a algún país lejano era llamado 'misionero'; una segunda, consistía en el convencimiento de que la misionariedad constituye sólo un momento episódico y pasajero de la Iglesia que llegaría a su término una vez cristianizado todo el mundo. El Vaticano II supera ambas reducciones, evidenciando la naturaleza misionera de la Iglesia, fundada en las mismas misiones trinitarias".
El Vaticano II, continúa, "puso en evidencia cómo la misión no es simplemente una de las actividades de la Iglesia, sino que pertenece a su misma naturaleza. Si debiésemos indicar cual de las dos es efectivamente la 'novedad' del concilio, deberíamos elegir la misión".
Al explicar finalmente la importancia de la comunión y la misión, el texto señala que "la una sin la otra no tendría ningún sentido, porque la comunión sin la misión se quedaría en el intimismo y la misión sin la comunión se disiparía en el activismo. La comunión, entonces, más que el 'centro' de la eclesiología es uno de los dos focos de la elipsis, porque comparte con la misión la calidad de eje sostenedor de la Iglesia".