jueves, 24 de junio de 2010

¿Por qué tanto interés en que nuestros hijos se masturben y forniquen? - Luis Fernando Pérez Bustamante

¿Por qué tanto interés en que nuestros hijos se masturben y forniquen?
Luis Fernando Pérez Bustamante


Profesionales por la Ética -una de esas entidades civiles imprescindibles para plantar cara al totalitarismo “democrático” y la cultura de la muerte- denuncia hoy que el gobierno autónomo valenciano se une a los gobiernos socialistas repartidos por toda España en la tarea de adoctrinar sexualmente a nuestros hijos. Con ello queda claro, por si alguien lo dudaba, que los dos partidos mayoritarios de este país tienen una visión bastante similar en cuanto al modelo de sociedad. El PP, si acaso, intenta disimular un poco, pero es el mismo perro con el mismo collar que el PSOE.

Sabiendo, como todo el mundo sabe, que la adolescencia es una etapa de la vida complicada, en la que los muchachos están forjando la personalidad que les acompañará en la edad adulta y donde las hormonas les suelen jugar una mala pasada, el Estado interviene para enseñarles a usar sus cuerpos como máquinas de placer. Es como arrimar una cerilla a un bidón de gasolina con un escape del combustible inflamable.

Yo creo que ni siquiera hacer falta ser cristiano y aceptar la moral sexual que propone la Iglesia para entender que ese tipo de educación sexual es denigrante para los chicos. En esa edad lo que necesitan es un freno, unas riendas que sujeten sus impulsos, unas normas que les marquen el camino de la contención y no del desenfreno. El mismo estado que les pide que no se dediquen al botellón y al consumo de drogas, les anima a dedicarse al sexo libre y sin más barreras que las de los anticonceptivos y el aborto. Pero si no les ponen límites en el disfrute de su sexualidad, ¿por qué van a aceptar los que se les pongan en el disfrute de las otras facetas de su “ocio"?.

En realidad todo forma parte de un plan muy bien diseñado que tiene como objetivo conseguir que los adolescentes inmaduros de hoy sean los adultos hedonistas del futuro, seres amorales fácilmente manipulables por políticastros populistas irresponsables como los que nos gobiernan. Se les da una educación absolutamente deficitaria en todos los sentidos, intelectual, moral y no digamos nada espiritual, para que sean auténticos borregos que se dejen llevar por el Zapatero o el Chávez de turno.

Es ya hora de decir que la clase política española es un cáncer para el futuro de España. El sistema partitocrático, radicalmente antidemocrático en su funcionamiento interno, hace de escudo formidable contra la llegada de nuevos políticos que intenten cambiar las cosas desde dentro. El sistema electoral impide la llegada de opciones políticas que traigan un soplo de aire fresco a la moral pública. El funcionamiento de los medios de comunicación, mayoritariamente en manos de empresarios sin escrúpulos morales, no sirven a la sociedad sino que la manipulan para convertirla en una fuente de ingresos. Y los pocos que no juegan esa partida son acusados de fundamentalistas, fachas, reaccionaros, etc.

Dan ganas de decir aquello de “señores, me bajo en la próxima". Pero no podemos bajar la guardia. No podemos concederles la victoria. Al fin y al cabo, la sociedad que están construyendo no tiene futuro alguno. De almas estériles se pasa a cuerpos estériles. De la muerte no nace la vida. Lo único que está por decidir es si el hueco que deja la Sodoma y Gomorra de nuestro tiempo lo ocupará la Cruz o la Media Luna.

El problema es que gran parte de los que vivimos bajo la Cruz hemos sido parte del problema. La tibieza, la falta de determinación y la cobardía han sido las señas de identidad de un cristianismo pseudo-apóstata. Es por ello más necesario que nunca fortalecer la identidad católica de los pocos fieles que van quedando. Es por ello más necesario que nunca arrancar de cuajo toda raíz de secularización interna en el seno de la Esposa de Cristo. Es por ello imprescindible arrojar de la Iglesia a los sucesores de Balaam (Ap 2,14), a los que fornican con Jezabel (Ap 2, 20), a los heterodoxos que en nombre de una falsa caridad adulteran la fe que hemos recibido de nuestros antepasados.








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